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 Yo pinto mejor con los pies secos  dijo Etienne . Y no me vengas con
argumentos de la Salvation Army. Mejor harías en poner algo más inteligente,
como esos solos de Sonny Rollins. Por lo menos los tipos de la West Coast
hacen pensar en Jackson Pollock o en Tobey, se ve que ya han salido de la
edad de la pianola y la caja de acuarelas.
 Es capaz de creer en el progreso del arte dijo Oliveira, bostezando . No
le hagás caso, Ronald, con la mano libre que te queda sacó el disquito del
Stack O Lee Blues, al fin y al cabo tiene un solo de piano que me parece
meritorio.
 Lo del progreso en el arte son tonterías archisabidas  dijo Etienne .
Pero en el jazz como en cualquier arte hay siempre un montón de chantajistas.
Una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que
pretende pasar por música. Dolor paterno en fa sostenido, carcajada
sarcástica en amarillo, violeta y negro. No, hijo, el arte empieza más acá o
más allá, pero no es nunca eso.
Nadie parecía dispuesto a contradecirlo porque Wong esmeradamente aparecía
con el café y Ronald, encogiéndose de hombros, había soltado a los Waring s
Pennsylvanians y desde un chirriar terrible llegaba el tema que encantaba a
Oliveira, una trompeta anónima y después el piano, todo entre un humo de
fonógrafo viejo y pésima grabación, de orquesta barata y como anterior al
jazz, al fin y al cabo de esos viejos discos, de los show boats y de las
noches de Storyville había nacido la única música universal del siglo, algo
que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las
aerolíneas, una música bastante primitiva para alcanzar universalidad y
bastante buena para hacer su propia historia, con cismas, renuncias y
herejías, su charleston, su black bottom, su shimmy, su foxtrot, su stomp,
sus blues, para admitir las clasificaciones y las etiquetas, el estilo esto y
aquello, el swing, el bebop, el cool, ir y volver del romanticismo y el
clasicismo, hot y jazz cerebral, una música-hombre, una música con historia a
diferencia de la estúpida música animal de baile, la polka, el vals, la
zamba, una música que permitía reconocerse y estimarse en Copenhague como en
Mendoza o en Ciudad del Cabo, que acercaba a los adolescentes con sus discos
bajo el brazo, que les daba nombres y melodías como cifras para reconocerse y
adentrarse y sentirse menos solos rodeados de jefes de oficina, familias y
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amores infinitamente amargos, una música que permitía todas las imaginaciones
y los gustos, la colección de afónicos 78 con Freddie Keppard o Bunk Johnson,
la exclusividad reaccionaria del Dixieland, la especialización académica en
Bix Beiderbecke o el salto a la gran aventura de Thelonius Monk, Horace
Silver o Thad Jones, la cursilería de Erroll Garner o Art Tatum, los
arrepentimientos y las abjuraciones, la predilección por los pequeños
conjuntos, las misteriosas grabaciones con seudónimos y denominaciones
impuestas por marcas de discos o caprichos del momento, y toda esa
francmasonería de sábado por la noche en la pieza del estudiante o en el
sótano de la peña, con muchachas que prefieren bailar mientras escuchan Star
Dust o When your man is going to put you down, y huelen despacio y dulcemente
a perfume y a piel y a calor, se dejan besar cuando es tarde y alguien ha
puesto The blues with a feeling y casi no se baila, solamente se está de pie,
balanceándose, y todo es turbio y sucio y canalla y cada hombre quisiera
arrancar esos corpiños tibios mientras las manos acarician una espalda y las
muchachas tienen la boca entreabierta y se van dando al miedo delicioso y a
la noche, entonces sube una trompeta poseyéndolas por todos los hombres,
tomándolas con una sola frase caliente que las deja caer como una planta
cortada entre los brazos de los compañeros, y hay una inmóvil carrera, un
salto al aire de la noche, sobre la ciudad, hasta que un piano minucioso las
devuelve a sí mismas, exhaustas y reconciliadas y todavía vírgenes hasta el
sábado siguiente, todo eso en una música que espanta a los cogotes de platea,
a los que creen que nada es de verdad si no hay programas impresos y
acomodadores, y así va el mundo y el jazz es como un pájaro que migra o
emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burlaaduanas, algo que corre y
se difunde y esta noche en Viena está cantando Ella Fitzgerald mientras en [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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